EL PODER CURATIVO DE LA LECTURA
Los libros son medicamentos del
alma o, como mínimo, unos eficaces tratamientos paliativos de sus
males. El deprimido encontrará novelas divertidas que le saquen una
sonrisa, el estresado olvidará las responsabilidades con una trama
adictiva, y el aburrido encontrará su entretenimiento en forma de historia
amena y atractiva. Los que se puedan permitir profundizar, admirarán las
cualidades de una buena prosa o un bello álbum ilustrado, con lo que se
sentirán más realizados.
Pero las curas también se dan en sentidos distintos: el frío e insensible se implicará en la vida de los personajes y aprenderá a ponerse en la piel de los demás, el cansado de su existencia apacible se apasionará con las más grandes aventuras y, finalmente, el que se siente vacío por dentro y no encuentra nada de su interés, hallará obras que lo marcarán profundamente y su vida no volverá a ser igual.
Si, además, las lecturas se comparten en el club del barrio o por Internet, aumenta la interacción con los demás y los intercambios pueden ser una fuente de satisfacción y enriquecimiento personal. Tal vez no tenemos el trabajo que nos gustaría, no podemos darnos todos los caprichos que querríamos y los conflictos familiares nos agobian, pero por un rato tenemos la oportunidad de ser críticos aficionados y llenarnos de todo lo que nos aporta la palabra escrita.
Más allá del análisis de la forma y el contenido, los libros tienen un gran poder: el de provocar una reacción en el lector y, en cierto modo, curar su particular malestar interior. Creo en la capacidad de la narrativa para cambiar el estado de ánimo -y no precisamente mediante publicaciones de auto ayuda, tan solo hay que encontrar la obra adecuada para cada momento... y dejarse llevar.
Pero las curas también se dan en sentidos distintos: el frío e insensible se implicará en la vida de los personajes y aprenderá a ponerse en la piel de los demás, el cansado de su existencia apacible se apasionará con las más grandes aventuras y, finalmente, el que se siente vacío por dentro y no encuentra nada de su interés, hallará obras que lo marcarán profundamente y su vida no volverá a ser igual.
Si, además, las lecturas se comparten en el club del barrio o por Internet, aumenta la interacción con los demás y los intercambios pueden ser una fuente de satisfacción y enriquecimiento personal. Tal vez no tenemos el trabajo que nos gustaría, no podemos darnos todos los caprichos que querríamos y los conflictos familiares nos agobian, pero por un rato tenemos la oportunidad de ser críticos aficionados y llenarnos de todo lo que nos aporta la palabra escrita.
Más allá del análisis de la forma y el contenido, los libros tienen un gran poder: el de provocar una reacción en el lector y, en cierto modo, curar su particular malestar interior. Creo en la capacidad de la narrativa para cambiar el estado de ánimo -y no precisamente mediante publicaciones de auto ayuda, tan solo hay que encontrar la obra adecuada para cada momento... y dejarse llevar.
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